Eduardo Segura, Universidad Francisco de Vitoria, 11.10.2022. J. R. R. Tolkien concede a la imaginación la capacidad de encantar el mundo, de forma que podamos reconocer en el devenir del tiempo ecos del canto primero de la creación. Hay reminiscencias platónicas en esta concepción del arte, en cuanto se concede a la poética la capacidad de acoger y manifestar lo divino recreándolo o, mejor, subcreándolo . Pero ese platonismo es matizado por cierto aristotelismo: el mejor arte es mimético , construye mundos posibles que responden a los deseos y anhelos más hondos de la naturaleza humana, proporcionándonos legítima evasión, recuperación y consuelo, operado por la eucatástrofe . La ambigüedad del arte, su resistencia a encajar en los límites del discurso de la racionalidad moderna, no es una limitación, sino manifestación de su riqueza. La aplicabilidad libre de la recepción estética, operada por cada persona en cada momento de su vida, cosecha frutos nuevos después de cada siembra.