No sabemos cómo serán los lugares de culto en el futuro y, aparentemente en la actualidad, no parece muy operativo pensar en ello. Si bien hasta mediados del siglo XX la planificación urbana de los nuevos ensanches y barrios, incluso de algunas nuevas poblaciones y ciudades, incluía la presencia de un templo con un propósito cuasi fundacional, hoy en día la complicada situación social -y política- no prevé la relevancia que esta tipología1 arquitectónica tuvo en otros momentos de la historia. Pero la actualidad vuelve a alimentar el debate sobre la prospectiva de este tipo de espacios en el ámbito del metaverso. Este nuevo lugar en ciernes, sugerido como un espacio virtual diferente al cotidiano, se plantea como una experiencia que va más allá de lo meramente tridimensional, en la que se nos ofrece algo -hablando en términos de oportunidad y posibilidad- que, aparentemente, no está al alcance de lo que nos rodea. A partir de aquí surgen preguntas razonables, que tienen que ver con la m